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ALGO SALVAJE.....BUEN RELATO  

rm_COLOMBIANA30 53F
261 posts
6/25/2013 8:40 pm
ALGO SALVAJE.....BUEN RELATO

Me llevó hasta la cocina, la mesa estaba ya puesta, yo seguía desnuda; me senté en la silla y entonces Quique sacó unas cuerdas de un cajón y me ató a la silla con las piernas abiertas y los brazos detrás de la espalda. Seguidamente me colocó un par de pinzas de la ropa en los pezones y gemí por el dolor, al sentir como me pellizcaban.
- Yo te daré de comer mientras soportas el castigo – me anunció Quique situando un plato de macarrones frente a mi.
El dolor en los pezones era insoportable, pero sabia que si me quejaba seria aun más duramente castigada, así que soporté como pude aquel dolor punzante. Entre tanto, Quique sentado a mi lado, me iba dando los macarrones y de vez en cuando movía las pinzas para que la tortura fuera aun más intensa. Pero extrañamente, empecé a sentirme excitada ante aquella situación y mi sexo comenzó a humedecerse. Gemí cuando Quique pasó sus dedos por mi sexo húmedo.
- ¡Que puta eres, ya estas húmeda y excitada! – dijo.
Volví a gemir, deseando que introdujera sus dedos en mi, pero en lugar de eso, Quique los llevó hasta mi boca y me hizo chuparlos saboreando mis jugos. Aquello aún me excitó mas y traté de frotar mi sexo sobre la silla.
- ¡Oh Amo, fóllame! – Me atreví a suplicarle.
Me abofeteó diciendo:
- ¡No, zorra! Sabes que no eres tu quien decide eso, y si te follo ahora no estarás lista para lo que tengo preparado para esta tarde.

Aquellas palabras aun me encendieron más. Y sentí como mi sexo palpitaba de deseo. Quique se sentó entonces a la mesa y tras ponerse un plato de macarrones, comió, mientras yo seguía sentada, atada a la silla, soportando el dolor que las pinzas me producían en los pezones.
Cuando terminó de comer, Quique me quitó las pinzas de los pezones y me desató de la silla. Libre del suplicio de aquel castigo, y como pude, pues tenia las piernas algo dormidas por la postura en la que había estado sometida, me levanté.
- Bien ahora debes reponer fuerzas, necesito tenerte en forma esta tarde, así que descansaras un poco hasta que vuelva, vamos a la habitación, primero debo prepararte.
Obediente y caminando delante de él me dirigí a la habitación. Al llegar Quique me ordenó:
- Ponte en cuatro sobre la cama, con tu culo hacia mi. Tenemos que entrenar un poquito ese culito.
Hice lo que me indicaba y enseguida sentí sus dedos hurgando mi agujero posterior, lo que de nuevo me encendió, rozó con sus dedos mi húmeda vagina y esparció mis jugos por mi ano. Luego se fue hasta el cajón de la cómoda, y vi que extraía algo, cuando de nuevo se acercaba a mí vi lo que era. Tenia un enorme plug anal entre sus manos. Algo asustada le pregunté:
- ¿Qué vas a hacer con eso Quique?
- Te lo meteré en el culito – dijo con cierta perversidad.
- Pero es demasiado grande, es más grueso que tu polla – protesté.
- Sí, pero es necesario, tienes que tener el ano listo para lo que te va a follar ese culito esta tarde. Así que mientras duermes una reparadora siesta, llevarás este plug en el culo.
- Amo, no, me va a doler- me quejé.
- No te preocupes, putita, te lubricaré bien, y en cuanto te relajes te sentirás bien, hasta te gustará.
Y sin más, tras poner un poco de lubricante en el plug, Quique empezó a empujarlo dentro de mi ano. La presión al principio dolió, sobretodo cuando la parte más ancha tuvo que entrar en mi culo, luego poco a poco, mientras trataba de relajarme fue disminuyendo.

Quique dio una palmada en mi culo cuando el plug estuvo perfectamente colocado. Eso me excitó, ya que el plug se movió. Era una sensación maravillosa.
- Bien, ahora debes descansar – me dijo, haciendo que me tumbara en la cama de nuevo, y tapándome con las sabanas.
Cerré los ojos y en pocos segundos estaba durmiendo.
Un beso me despertó y luego la voz de Quique.
- Vamos despierta.
Sentí como el plug abandonaba mi cuerpo. Sin duda, Quique lo estaba quitando.
Abrí los ojos y junto a la cama, desnudo, estaba Quique, su sexo estaba en plena erección. Detrás de él había otro hombre, también desnudo.
- Sonia, este es mi mentor. Mi maestro en esto de la dominación, el me enseñó a ser un buen amo, por eso quería que lo conocieras.
Quique me tendió la mano y tras destaparme se la tomé y me levanté.
Me dirigí al hombre tendiéndole mi mano que él tomó entre las suyas y la besó.
- Hermosa sumisa. Quique me habló de ti, pero todo lo que dijo se queda corto ante tu hermosa imagen – sus ojos me miraban con una penetrante mirada que me hizo estremecer.
- Gracias. – le dije sonrojándome, sobre todo cuando vi su pene adormilado, era mas grande de cualquier otro que hubiera visto antes.
- Bien, señorita – dijo Quique- hemos preparado el comedor para una gran sesión de sexo y dominación, ¿verdad, Alberto?
- Si. Hoy será tu bautizo, en cierto modo, como sumisa – explicó el amigo de Alberto con una dulce y atrayente voz.
- Vamos putita – me ordenó Quique.
Nos dirigimos al comedor y me quedé helada al ver lo que allí habían montado los dos hombres. Había una especie de potro con correas, cuerdas, un par de cadenas que pendían del techo, y barras. Y sobre la mesa varios vibradores, arneses, etc. De todos los tamaños y colores. Mi sexo se humedeció al ver todo aquello e imaginar lo que pasaría allí. Lo que aquellos dos hombres tenían previsto para aquella tarde de bautizo.
- Bien, lo primero de todo, las manos atrás putita – me ordenó Quique cogiendo unas correas.
Me ató las muñecas en la espalda con las correas dejándome inmovilizada.
- Ven – me ordenó entonces Alberto, llevándome hasta el potro y haciéndome inclinar sobre él.

Su mirada me quemaba en todo momento, había algo en sus ojos, que jamás había visto en los de otro hombre y menos en los de Quique. No podía dejar de mirarle.
Me ataron las piernas abiertas a las patas del potro con sendas correas y tras eso sentí unos dedos acariciar mi sexo.
- Uhm, perfecto, listo para la acción – dijo Alberto – tienes una buena putita.
Mi cuerpo se estremeció ante aquel toque.
- Ya te lo dije. Venga, pónselo – le suplicó Quique a su amigo.
En mi cabeza rondaba la duda, ¿qué debía ponerme? Pero sin saber porque Alberto me hacia sentir segura y tranquila y me dejé hacer. Sentí entonces algo frío en la entrada de mi coño y como lo deslizaba hacia mi interior. Me estremecí, pues la sensación fue maravillosa, sin duda era un vibrador, ya que inmediatamente empezó a moverse dentro de mí.
- ¡Ah!- gemí.
- ¡Shhhuuuu! Nada de gemir, nada de correrse. Debes ser fuerte y soportarlo sin correrte hasta que yo te lo ordene – dijo Quique.
- ¡Oh, si amo! – acepté, aun sin estar muy segura de poder controlar mi placer, ya que la vibración causaba estragos en mi sexo húmedo y excitado.
La vibración del aparato me llevó hasta un punto en que mi sexo se contrajo, pero justo cuando el orgasmo iba a empezar, la vibración se detuvo y un manotazo golpeó mi nalga.
- ¡Ay! – me quejé, esta vez por el dolor. Traté de mirar hacia atrás, para ver quien me había golpeado y vi a Alberto con una fusta en la mano. Sus ojos de nuevo sobre mi, y esa mirada penetrante pero a la vez tranquilizadora. Sus labios parecían llamarme a gritos.
La vibración volvió a concentrarse en mi vagina, mientras sentía como algo se introducía en mi culo, sin duda era un plug que hizo que mi ano se expandiera. De nuevo el cosquilleo del orgasmo aparecía y de nuevo la vibración se detenía y la palmada caia sobre mi nalga, lo que hizo que el plug se moviera y me diera otra oleada de placer.
Todo permaneció en silencio y quieto unos segundos. Ambos hombres gemían y observaban, sus movimientos estaban perfectamente sincronizados, sin duda no era la primera vez que hacía aquello. Y de nuevo, la vibración golpeando mi sexo, y el placer abriéndose paso, y otra vez se detenía y una palmada en mi nalga haciéndome gemir.
- ¡Ah!
- Habrá que buscar una nueva manera de callar a esta putita – musitó Quique poniéndose frente a mi con su pene erecto – Vamos chupa, zorrita, así callaras como te ordené.
Abrí la boca y me dispuse a recibir aquella polla.
- ¡Uhm que excitante imagen! – Dijo Alberto detrás de mi y sin aviso dejó caer la fusta sobre mis nalgas en una estridente palmada, lo que precipitó mi cuerpo hacia la polla de mi amo.
- ¡Oh, Dios, que boca! – musitó Quique mientras trataba de concentrarme en darle el placer que deseaba con mi boca.
Durante los siguientes minutos, la vibración siguió encendiéndose y apagándose cada vez que estaba apunto de alcanzar el orgasmo y la fusta de Alberto caía sobre mis nalgas, mientras con la boca chupaba y engullía la polla de Quique tratando de darle el placer que deseaba. Hasta que sentí como derramaba su semen en mi garganta, y tanto la vibración como los golpes se detenían, y Alberto sacaba el vibrador y el plug de mi cuerpo. Me sentí libre pero tambien frustrada cuando mi cuerpo pudo por fin descansar, pero sin haber obtenido la recompensa de disfrutar del placer que me había proporcionado el vibrador.
- Bien, has sido buena chica – me dijo Alberto, desatándome las piernas y ayudándome a incorporarme. Entonces me miró de nuevo, y desee besarle en la boca y sin saber como vi en sus ojos que él también lo deseaba.
Quique se había dejado caer sobre el sofá exhausto quizás. O eso pensé yo, pero en realidad, le había dejado el mando de la situación a Alberto, que me llevó hasta las cadenas que pendían del techo. Me desató la cuerda y me hizo poner las muñecas en las correas que había al final de estas. Luego, cogió una barra de metal que había en las mesa y me ató los tobillos a los extremos con sendas correas, dejando mis piernas abiertas.
- Bien, vamos a empezar, ahora voy a follarte solo yo. Ya sabes, no puedes correrte hasta que te lo ordene yo. Tu amo nos observará.
Asentí con la cabeza, sabiendo que con Alberto podía sentirme segura. La excitación aumento cuando por mi cabeza cruzó la imagen de lo que se suponía que Alberto me haría.
Lo primero que hizo Alberto fue colocarme un par de pinzas en los pezones, haciendo que me mordiera los labios ante el dolor, pero soportándolo. Luego cogió un masajeador que había sobre la mesa, lo puso en marcha y lo aplicó sobre mi clítoris, el masaje empezó a hacer efecto, haciéndome estremecer. Traté de soportarlo como pude, aunque no podía evitar restregarme contra él, pues me gustaba la sensación que me producía en el clítoris. Cerré los ojos y por un segundo estuve a punto de dejarme ir, pero recordé las palabras de Alberto, sobretodo cuando una fuerte palmada cayó sobre mis nalgas. Sus ojos se cruzaron con los míos entonces y traté de sobreponerme, quería causarle buena impresión a mi improvisado amante-amo. Quique en el sofá, se acariciaba el sexo que poco a poco volvía a ponerse duro y erecto.
Alberto quitó el vibrador, cuando estaba casi al borde del orgasmo y se acercó de nuevo a la mesa. Vi que cogía un pene de látex bastante grueso y diciendo:
- Hay que preparar bien este culito – dijo, haciéndome sacar el culo y acercándolo, luego presionó.
- ¡Ah! – gemí al sentir como me penetraba dejando caer mi cabeza hacia atrás.
La sensación de plenitud era demasiado intensa y aumentó cuando empezó a moverlo dentro y fuera una y otra vez, lo que me hizo gemir, esta vez de placer:
- ¡Aaaahhh!
- ¡Uhm que buena puta, seguro que necesitas una polla que te llene ¿verdad? Que te de ese placer que estas conteniendo – Dijo Alberto sacando el pene de mi agujero trasero.
- ¡Ah, si! – gimotee extasiada mirándole a los ojos desafiante y deseando que lo hiciera, que me llenara. Claro que lo necesitaba, estaba loca por sentir el orgasmo de una vez por todas. Y sobretodo sentir su verga dentro de mí.
- Bien, con el permiso de tu amo te voy a follar el culo y te dejaré correrte, pero... sólo cuando yo te de permiso lo harás, ¿vale? Este es el momento de tu bautizo - como sumisa, tu nacimiento al mundo de la dominación y cuando estés lista derramaré mi semen en ti como símbolo de esta iniciación

- Síiii – respondí. Mi sexo palpitó y enseguida sentí como Alberto me cogía por las caderas, situaba mi culo frente a su erecta polla y con cuidado la introducía en mi dilatado ano.
La polla entró despacio, firme, hasta lo mas profundo de mi agujero negro. Sentí como mi intestino se acomodaba a aquella gran polla y como la apretaba. Luego Alberto empezó a bombear despacio, haciendo que todo el placer se concentrara en mi agujero trasero, era una sensación sublime y maravillosa; sentirme llena y excitada de aquella manera. Mientras empujaba, las manos de Alberto subieron hasta mis senos y los apretó y masajeó con cariño intensificando las sensaciones y haciéndome gemir. Estaba a mil y en pocos segundos al borde de nuevo del orgasmo por lo que supliqué:
- ¿Puedo correrme?
- No, aún no, putita, aguanta. – Me ordenó firme Alberto.
Soporté sus envites mientras trataba de apartar el placer y las sensaciones de mi mente y mi cuerpo. Miré a Quique, que sentado en el sofá, se seguía meneando la polla, lo que me hizo estremecer y pensar que no podría soportar mas embestidas sin correrme, por eso de nuevo gimoteando supliqué:
- ¡Por favor, déjame correrme!
Alberto dio dos grandes empujones más y entonces dijo:
- ¡Ahora, putita, ahora, correteeee!
Y lo hice, dejé que mi cuerpo se liberara de aquella tortura y el orgasmo explotó en mi culo extendiéndose por todo mi cuerpo, haciéndome estremecer como nunca antes lo había hecho, lo que también desencadenó el orgasmo en mi amante que disparó todo su semen en el interior de mi ano. Ambos terminamos gimiendo. Alberto me abrazó con fuerza y me desató las manos, cayendo ambos al suelo sentados, de modo que quedé incrustada en su enorme polla que me proporcionó un nuevo orgasmo que me hizo gritar:
- ¡Aaaaaahhhhhhhhhhhhhh! Diooooooosssss.
Tras eso me aparté y me quedé en cuatro en el suelo, sintiendo los últimos espasmos de mi culo vibrando en mi. No podía creer que hubiera tenido el mejor orgasmo de mi vida siendo follada por el culo y por otro hombre que no era Quique. Me sentí satisfecha pero también algo decepcionada porque sabia que quizás no volvería a ver a Alberto después de aquella noche. Quique se acercó entonces a mí, me cogió en brazos y me besó.
- Ha sido increíble, ¿verdad, cariño?
- Si, has sido algo brutal, no puedo más – le respondí.
- ¡Oh, mi pequeña, sabes que ahora me toca a mí! ¡Quiero gozarte, quiero darte un orgasmo aun mejor que ese! – me dijo besando mi rostro por todas partes.
- Si, Amo, quiero ser tuya – le dije entregándome a él, aunque deseando que fuera Alberto quien me abrazara
Alberto se puso en pie y dirigiéndose al sofá dijo:
- Creo que mi trabajo aquí ha terminado. Este momento es solo vuestro, será mejor que me vaya.
- No, por favor Alberto, quédate – le suplicó Quique.


hotelmikel 58M
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5/13/2015 2:22 pm


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